¿Quién se robó al amor?
Por Marisú Ramírez
Observo, leo, escucho, percibo a través de los sentidos; alrededor no hay nada, sólo mercadotecnia, interés, lucha de poder, propaganda política, ego alterado… vacío. Si se preguntase a las personas ¿Qué es lo que más aman? Con seguridad pensarán: Amo el dinero, amo el sexo, amo la comida, amo los autos de lujo, amo el poder – eso pensarán– pero responderán: Amo a mi esposa, amo a mis hijos y algunos osados se atreverán a decir “Amo la naturaleza” o “Amo a los animales”; pero quién contestaría con la mano en el corazón “Amo al Amor” o quién se atrevería a responder “Amo a los seres humanos” Nadie, nadie podría dar respuesta honesta a tan simple pregunta, porque alguien se ha robado al Amor.
Lo peor del caso es que no se le echa de menos, estamos demasiado absortos en nuestras propias vicisitudes que nadie ha notado su ausencia. ¿Será esta la razón de por qué en el mundo existe una gran carencia de líderes? colocamos en el poder gente sin dos dedos de frente –si pensaron en nuestro primer mandatario o en otros nefastos personajes que están en boca de todos por los escándalos de sus dichos y sus acciones, no los culpo– se les olvida que son elegidos para servir.
Está inexplicable ausencia, ha provocado una hecatombe mundial: La Madre Tierra ha sido herida de muerte, entre guerras, danzas nucleares y experimentos contra natura; mares y ríos súper poblados pero no de bancos de peces, ni arrecifes de coral; sino de basura generada por la mismísima señora mercadotecnia que tiene el síndrome del envase no retornable.
También ha provocado que las personas se olviden de sonreír, el rictus de la sonrisa ha sido eliminado por completo por los mejores cirujanos plásticos que a su vez tienen plastificado el cerebro por realizar tal atrocidad. Los niños sólo son felices si sus padres les llenan sus habitaciones de juguetes con los que nunca jugarán porque están absortos en las redes pero no del conocimiento sino en las redes sociales, o en los chats de sus celulares. Los jóvenes y los no tan jóvenes se olvidaron de amar, ya nadie quiere
formar una familia –eso es arcaico– desdeñan la nobleza de corazón, lo que vale es la apariencia; los valores han sido erradicados para siempre.
La ausencia del Amor también alcanzó a las ciudades; en ellas sólo se observa basura, basura y más basura. A nuestros representantes en el poder sólo les interesa la permanencia, la reelección; sin antes haber demostrado siquiera la capacidad de organizar a los ciudadanos para el correcto manejo de los residuos; nuestros municipios son tan pobres que no alcanzan los recursos para comprar contenedores donde organizar los desechos y así reciclar la mayor cantidad posible.
No se logra dimensionar la gravedad de la ausencia. Mientras el ser humano viva apegado a un código de interés personal, justificando el error, malinterpretando los patrones universales a su alrededor, nunca podrá conocer la libertad más allá del dolor. Es necesario lanzar la alerta a nivel global ¡Tenemos que rescatar al Amor!