Por Marisú Ramírez
“Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”. Anónimo
Ahora resulta que en México no sabemos leer. De acuerdo con el informe presentado en días pasados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México obtuvo en la prueba aplicada en 2012 un total de 413 puntos en matemáticas y 424 en lectura, es decir, seis y un punto menos, respectivamente, en comparación con el examen de 2009. Lo anterior se traduce en que nuestro país incumplió la meta establecida para que los estudiantes de bachillerato obtuvieran al menos 435 puntos y se ubicaran en un nivel aceptable en los procesos matemáticos y de lectura.
Estos resultados nos colocan en el lugar 53 del ranking mundial lo que significa que descendimos cinco lugares, en comparación con 2009; pese a los 28 puntos que hemos logrado avanzar durante la última década en matemáticas, nuestro país sigue rezagado en materia educativa en comparación con los miembros del organismo internacional, lo que se traduce en que solo el 1% de los alumnos mexicanos obtuvieron los puntajes más altos de la prueba.
Sin embargo, sí obtuvimos un primer lugar: México es el país con el mayor número de estudiantes (90%) que aseguran ser felices en la escuela, cuando el promedio entre los países miembros de la OCDE es de 80%.
Dos libros por año
Por otra parte, no debe resultarnos extraño que en la Encuesta Nacional de Lectura 2012, se reportó una disminución en torno al hábito de la lectura que se tiene en México, en comparación a la muestra realizada en 2006, donde se registró que 56% de los mexicanos leían libros, mientras que el actual estudio arrojó que la cifra actual es de 46.2%. En esa misma encuesta, 33.5% admite no haber leído un solo libro en su vida y el 60.9% uno o más títulos.
Tanta cifra a la baja puede resultarnos incómoda, pero los datos son más que elocuentes. La lista podría tornarse interminable al igual que la paciencia de los lectores; pero según el sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo, lo verdaderamente impresionante no es que en nuestro país casi no se lea, si no que en México el 95 por ciento de sus municipios no cuentan con una sola librería y el 40% no tiene bibliotecas.
Entonces de dónde quieren nuestros gobernantes que nos nazca el gusto a los mexicanos por leer, si los
libros en México se han vuelto un artículo de lujo, son tan caros y escasos, que solamente tenemos un libro en nuestras manos para leerlo por la obligación de realizar alguna tarea escolar, y aun así, la posibilidad de que lo consultemos — leerlo sería mucho pedir— es prácticamente nula.
No es de sorprender que en días pasados fuera testigo de una singular conversación entre la licenciada Virginia Fonseca Sánchez, bibliotecaria de una prestigiosa universidad de esta ciudad de Puerto Vallarta y un usuario de la misma, cuando le reclamara al joven estudiante que entregó el libro en mal estado y con bastantes días de retraso “…usted cree que no sé reconocer cuando un libro es maltratado por el sol y el aire después de traerlo varios días y hasta meses en la parte posterior de un vehículo”
Bibliotecas emergentes
Estamos en el mejor momento. Hagamos algo por nuestros hijos, cambiemos la tecnología de última generación por colorido papel impreso, pero impreso de letras llenas de imaginación, de sabiduría, de conocimiento, de justicia, de paz, de tranquilidad, de seguridad, de sano esparcimiento, de convivencia familiar; pero sobre todo de amor por ellos, los que han mantenido a la humanidad en el umbral del universo “los libros” y así evitar que sigamos —reprobados en lectura— masryram@msn.com