Marisú Ramírez
Los últimos acontecimientos por desastres naturales en nuestro país y en el resto del mundo nos ponen en estado de shock. Por momentos se nos olvida que nuestro planeta es un organismo vivo que sufre el daño que le ocasionamos y pareciese que nos exigiera que dejemos de dañarla. Su furia está desatada.
Con los desastres naturales surge un cúmulo de sentimientos encontrados y caemos en un estado de alerta, se agudizan nuestros sentidos y algunos caen directamente en un estado de negación. La negación como palabra que antecede cualquier acción impide el desarrollo sano y productivo de nuestro ser, minimizando la manifestación del yo y la incapacidad de dar y recibir a plenitud.
En consecuencia, la mayoría vivimos en un estado permanente de negación inconsciente, y con la anulación de nuestro innato derecho a recibir amor, afecto y aceptar o pedir ayuda en situaciones de extrema urgencia, lo que implica serios reajustes en todo nuestro ser.
Los reajustes para restablecer el equilibrio se traducen en muchas emociones para todos, principalmente de miedo, frustración, rabia y dolor, y justamente podría ser una oportunidad para aprender a ver lo que sucede con nuestro planeta con otros ojos, con los del alma, con el despertar de la solidaridad, la hermandad y el amor.
Quienes están directamente involucrados en la destrucción de nuestro hábitat viven en un estado de negación, generalmente no pueden verlo, porque están ocupados en resolver sus incongruencias, emociones negativas y emergencias físicas. Vivir en negación es decir no al amor, a la vida y a los momentos más hermosos, que nos brinda el universo. Amar y dejarse amar, más allá del no puedo, es darse la oportunidad de trascender y descubrir nuestro potencial mundo interior. Sin mirar la oportunidad para quienes no lo viven directamente de hacer un hermoso y gran servicio para la humanidad, enviando amor incondicional a los seres que sufren.
Por otro lado, es menester ocuparse de los afectados, aunque la gran mayoría saben sobrellevar situaciones de este tipo, una vez que -desde su conciencia- comprenden la situación, inmediatamente ponen manos a la obra y colaboran con el restablecimiento del equilibrio.
El contacto físico es importante para mantenernos vivos y drenar nuestros más profundos miedos y angustias, para evitar sentimos oprimidos, deprimidos desvalidos y sin norte. Cuanto más rígidos nos pongamos en nuestra manera de pensar, más confuso se volverá nuestro cuerpo emocional. La rigidez en la vida es una forma de infierno. Tenemos que enfrentar las consecuencias del daño ocasionado al planeta a su debido tiempo, en nuestro propio terreno. Si mientras tanto nos desbordamos, tendremos que volver a encuadrar ese momento y simplemente dejar que sea el momento adecuado.
Los momentos de reflexión ante el daño ocasionado vienen pisándole los talones a “guardar silencio,” como si alguien dentro nos ordenara: “Cometiste un error, ahora guarda silencio, o ciertamente voy a darte verdaderos motivos para llorar”. Es una consecuencia energética natural de “ocúpate ahora” y por la presión de la auto-negación, nacida por la acumulación de eventos traumáticos, o tal vez mientras nos sacamos las aguijones de nuestra conciencia y aprendemos a respirar una vez más, y recordar que en la vida todo es aprendizaje y lo prioritario es reaprender lo aprendido al crear una prótesis para el alma de nuestro planeta, para salir del devastador estado de negación e inconciencia que nos vuelve potenciales depredadores en nuestra propia casa. masryram@msn.com
Los últimos acontecimientos por desastres naturales en nuestro país y en el resto del mundo nos ponen en estado de shock. Por momentos se nos olvida que nuestro planeta es un organismo vivo que sufre el daño que le ocasionamos y pareciese que nos exigiera que dejemos de dañarla. Su furia está desatada.
Con los desastres naturales surge un cúmulo de sentimientos encontrados y caemos en un estado de alerta, se agudizan nuestros sentidos y algunos caen directamente en un estado de negación. La negación como palabra que antecede cualquier acción impide el desarrollo sano y productivo de nuestro ser, minimizando la manifestación del yo y la incapacidad de dar y recibir a plenitud.
En consecuencia, la mayoría vivimos en un estado permanente de negación inconsciente, y con la anulación de nuestro innato derecho a recibir amor, afecto y aceptar o pedir ayuda en situaciones de extrema urgencia, lo que implica serios reajustes en todo nuestro ser.
Los reajustes para restablecer el equilibrio se traducen en muchas emociones para todos, principalmente de miedo, frustración, rabia y dolor, y justamente podría ser una oportunidad para aprender a ver lo que sucede con nuestro planeta con otros ojos, con los del alma, con el despertar de la solidaridad, la hermandad y el amor.
Quienes están directamente involucrados en la destrucción de nuestro hábitat viven en un estado de negación, generalmente no pueden verlo, porque están ocupados en resolver sus incongruencias, emociones negativas y emergencias físicas. Vivir en negación es decir no al amor, a la vida y a los momentos más hermosos, que nos brinda el universo. Amar y dejarse amar, más allá del no puedo, es darse la oportunidad de trascender y descubrir nuestro potencial mundo interior. Sin mirar la oportunidad para quienes no lo viven directamente de hacer un hermoso y gran servicio para la humanidad, enviando amor incondicional a los seres que sufren.
Por otro lado, es menester ocuparse de los afectados, aunque la gran mayoría saben sobrellevar situaciones de este tipo, una vez que -desde su conciencia- comprenden la situación, inmediatamente ponen manos a la obra y colaboran con el restablecimiento del equilibrio.
El contacto físico es importante para mantenernos vivos y drenar nuestros más profundos miedos y angustias, para evitar sentimos oprimidos, deprimidos desvalidos y sin norte. Cuanto más rígidos nos pongamos en nuestra manera de pensar, más confuso se volverá nuestro cuerpo emocional. La rigidez en la vida es una forma de infierno. Tenemos que enfrentar las consecuencias del daño ocasionado al planeta a su debido tiempo, en nuestro propio terreno. Si mientras tanto nos desbordamos, tendremos que volver a encuadrar ese momento y simplemente dejar que sea el momento adecuado.
Los momentos de reflexión ante el daño ocasionado vienen pisándole los talones a “guardar silencio,” como si alguien dentro nos ordenara: “Cometiste un error, ahora guarda silencio, o ciertamente voy a darte verdaderos motivos para llorar”. Es una consecuencia energética natural de “ocúpate ahora” y por la presión de la auto-negación, nacida por la acumulación de eventos traumáticos, o tal vez mientras nos sacamos las aguijones de nuestra conciencia y aprendemos a respirar una vez más, y recordar que en la vida todo es aprendizaje y lo prioritario es reaprender lo aprendido al crear una prótesis para el alma de nuestro planeta, para salir del devastador estado de negación e inconciencia que nos vuelve potenciales depredadores en nuestra propia casa. masryram@msn.com