El día que los de Cuauhtenco desempolvaron sus armas.

Esa tarde era quieta, como todas las tardes en ese lugar. Eva y otras mujeres aprendían a bordar con listón.  Cuando faltaba media hora para que acabara la clase un hombre gritó:
-¡Maestra, ya vienen los zetas! Por la mañana estuvieron en Tulyehualco  y ahora están en el centro de Atocpan ¡Vienen para acá, tenemos que escondernos! ¡Ya déjelas salir!
Sorprendidas voltearon a ver al individuo que angustiado gritaba desde la puerta del salón. Era el esposo de una de ellas. El solo nombre de los “zetas” las llenaba de terror, sin hablar guardaron sus pertenencias y salieron a toda prisa. Eva abordó  un microbús en la avenida principal. El transporte iba repleto de estudiantes de la secundaria.
-¿Qué pasó? – preguntó a una jovencita-.
-Dicen que unos muchachos vienen en sus camionetas echando balazos por todos lados, por eso nos dejaron salir temprano. –respondió la colegiala un tanto divertida ¡cómo si lanzar disparos al aire fuera la cosa más natural del mundo!

-¡Ahí vienen los zetas! –dijo Eva a su esposo.
El hombre se alarmó.
-Dicen que los zetas llegan a un lugar y lo primero que hacen es agarrar a cien personas, así al azar, sin importar si son niños, jóvenes o ancianos; hombres o mujeres, con los que se topen primero, los juntan en una avenida céntrica, después los matan, les cortan la cabeza o lo que se les antoje, luego se llevan por la fuerza a algunos habitantes y se van como si nada.-
Le pidió a la mujer que entrara  a la casa y él se dirigió a la Coordinación del pueblo. Regresó rápido.
-No llegué  a la Coordinación, en la esquina encontré a don Chon, dice que ya no hay nadie en el centro del pueblo, que los comercios cerraron, que toda la gente se está encerrando en sus hogares. La vecina cerró su tienda, los que se encontraban ahí se echaron a correr ¡todos andan como locos!

En vano intentaron comunicarse: la Coordinación ya estaba vacía, en la delegación no contestaron y el teléfono del módulo de vigilancia de la zona sonaba ocupado. Después de largo tiempo Eva logró  hablar con el jefe del módulo.
-No tenemos suficiente personal, todas las patrullas están patrullando por los pueblos… Son rumores… Enciérrense y no le abran a nadie. Si notan cualquier cosa extraña vuelvan a llamar.-
-¡No se oyen las patrullas, no hemos visto a ningún policía! ¡Deberían de venir para que nos sintiéramos tranquilos!
-Lo sentimos pero no tenemos personal suficiente.

-No te preocupes Eva las autoridades del pueblo harán algo para protegernos. Mientras subamos al techo, por ahí podríamos escapar en caso de ser necesario
Apagaron las luces, se dirigieron a la azotea. Desde ahí notaron que las casas vecinas estaban ya oscurecidas; además,  otros también estaban escondidos sobre los techos de sus casas. De repente se escuchaban las zancadas urgidas de alguna persona, después todo volvía a un inquietante silencio. De pronto, la alarmante voz de una mujer rompió la mudez de la incipiente noche  y la resonancia  de sus palabras heló la sangre de quienes la escucharon.
-¡Están en la secundaria de Oztotepec, tienen secuestrados a los niños! ¡Los van a matar!

-Recorrí toda la región. No hay indicios de violencia, al parecer todo está  tranquilo. Mi hijo ya llegó de la secundaria. Las noticias dicen que no es nada cierto, solo son rumores. Los hombres de Cuauhtenco sacaron sus armas y están reunidos a un lado de la Coordinación, algunos más  están en camionetas resguardando las entradas a su pueblo. ¡Deberíamos hacer lo mismo!-Escribió en el feis  un habitante de Oztotepec.

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