Por Claudia Ubaldo
Para ti maestro que no sólo has dado horas sino tu vida entregando más allá que únicamente conocimiento. Te admiro porque cada cosa que has hecho ha sido para prepararte aún más y ser mejor para quienes están ahí frente a ti, escuchando y atendiendo a cada cosa que tú enseñas. Porque cuando vives y sueñas me haces creer, así ayudándome a crecer.
Y así es porque tú sueñas, porque cada mañana te levantas para emprender nuevos horizontes, porque a pesar de los desvelos, planeas tu clase con emoción e ímpetu para dar la mejor clase de tu vida. Donde tu alumno piense, cree, viva y experimente cada cosa que le has mostrado.
Tú que has demostrado que no te importa un sueldo mal pagado y malas condiciones de trabajo, continúas y sigues aún con mayor ímpetu porque quieres en tu país crezcan mejores ciudadanos. Porque a pesar de las dificultades que un alumno pueda pasar tienes sacas tu mejor actitud y paciencia para apoyarle y dedicando aún más tiempo, todo para que logren sus metas.
Siempre estás pensando en hacer mejores alumnos, antes que en ti mismo porque quieres sacar lo mejor de cada uno, porque su principal objetivo es impulsar no aminorar los logros, porque conoces los límites para ayudar a romperlos.
No es fácil tu noble labor, porque tratas con mentes distintas, todos distintos entre sí, pero lo haces porque conoces el potencial que cada uno posee. No es fácil ser maestro porque nunca dejas de ser alumno para poder seguir aprendiendo y así enseñar sin claudicar. No es fácil decir que eres maestro, porque no se es maestro de un día para el otro pues requiere de años de entrenamiento y enfrentarte a múltiples adversidades.
Pero sin duda ser maestro es más que una vocación, es una vida, pues te desprendes de quién eres y lo que te ha formado, para poder dar, aportar y compartir todos tus conocimientos para con todos.
Gracias maestro por desprenderte todos los días de todo lo malo que te rodea, para mostrar lo mejor de ti y demostrarme cada día que puedo mostrar lo mejor de mí.