Independencia Financiera

Por Marisú Ramírez

A menudo sentimos que no somos felices porque no tenemos lo suficiente y es posible que no lleguemos a estar satisfechos mientras estemos a merced del Sistema. Los sueños irrealizados son una limitación para crecer, desarrollarse y finalmente, para el bienestar económico.

En el libro Independencia Financiera de Ramtha, se menciona una fábula para lograr independencia financiera (Versión abreviada) la cual comparto por su enriquecedor mensaje sobre la perseverancia para cristalizar nuestros sueños.

“El Viejo y el Mago”

Había una vez un hombre que deseaba tenerlo todo. El hombre fue a ver a un Mago y le dijo: “Mago, deseo tener un reino. ¿Qué debo hacer?” El Mago lo envió a la montaña con estas instrucciones: “Ve a la montaña, reúne rocas y construye una choza sobre la montaña y tendrás un reino desde donde podrás ver el mundo entero”.

El Mago era el más sabio del lugar, de modo que el hombre obedeció. Llegó a la cima reunió rocas y con el excremento de su asno las pegó y construyó una choza. Luego buscó cañas secas y le puso techo. Como no había madera cerca, tomó el excremento, lo secó y así obtuvo fuego. ¡Y tenía una vista! ¡Ah! ¡Qué vista!

Se sentó a disfrutar y se dio cuenta de que no había pasado nada y regresó para hablar con el Mago. Le dijo: “Mago, quiero mi reino, hice lo que me pediste”. El Mago lo miró y le dijo: “Ahora, ve, derríbalo todo y coloca las rocas donde estaban”.

El hombre no lo podía creer y pensó: “Si hago esto, quizás me den el castillo de oro”. Así que se convenció a sí mismo que debía volver a colocar las rocas lo que significaba que iba a recibir su castillo. Esa era su motivación.

Regresó a la montaña y desbarató todo lo que había construido. Mientras lo hacía, su mente trataba de recordar el lugar exacto donde estaba cada roca. Lo hizo con precisión, sabía que

si lo hacía así, recibiría su recompensa. Por lo que se esforzó en recordar dónde estaba cada roca.

Cuando terminó, regresó a ver al Mago, quien le dijo: “Ve, encuentra cada roca que quitaste y reconstruye la choza”. El hombre regresó a la montaña y empezó la reconstrucción. De pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo y decidió que, si perseveraba, Alá lo recompensaría. Continuó con precisión, pero llegó una fuerte tormenta. Metió al asno en la casa y continuó colocando las cañas en medio de la tormenta. Cuando terminó, temblaba de frío. Encendió fuego. El hombre empezó a enfadarse. Todos los días pedía a Alá, quien sabía qué clase de servidor tenía allí. ¿Acaso no sabía que había hecho todo lo que le había pedido el Mago?

La tormenta pasó y descendió a ver al Mago, quien le dijo: Has hecho bien. Ve, derríbalo todo y coloca las rocas donde estaban. ¿Me estás tomando el pelo? El Mago le aseguró que no faltaba mucho. El hombre continuó su camino de mal humor. No silbó, ni miró con ojos hipócritas que derramaban lágrimas de amor por Alá. Solamente miraba el sol que castigaba sus ojos.

Regresó a la montaña y no estaba motivado para colocar las rocas donde estaban al principio. Ahora sabía con exactitud el lugar donde iba cada una. Entonces se sentó y en su mente repetía: “Yo sé dónde estabas tú y tú”. “Tú estabas aquí. Tú allá”. Y puso cada roca en su lugar. Estaba exasperado, el procedimiento le parecía tedioso, aunque no había levantado ni un dedo.

Así que bajó a ver al Mago, quien le preguntó: ¿Has quitado todas las rocas? Y él respondió: “Sí”. Entonces ve una vez más a construir la choza. Ya lo hice. Y el mago dijo: “Bueno, entonces, derríbala. El respondió: Acabo de hacerlo.

¿Entonces qué le sucedió a la casa? Hubo una tormenta y derrumbó el techo, el excremento se congeló, se volvió quebradizo y todas las piedras se desmoronaron y quedaron debajo de una gruesa capa de nieve.

Al llegar la primavera, una avalancha bajó por la montaña y todas las rocas que él había colocado meticulosamente rodaron montaña abajo y se partieron en dos. ¡Algunas de ellas lo golpearon en el trasero! En cada roca que rodó de la montaña estaba el oro. Cada una tenía dentro una veta de oro.

Nuestros sueños son como la construcción de la choza. Vendrá una hora cuando ya no importará lo que manifestemos fuera de nosotros, sino dentro. Cada uno de esos sueños lo tendremos que construir una y otra vez, repitiéndolo muchas veces, hasta que podamos decir: “Ya lo hice” y el resultado será como una avalancha. Y eso sencillamente significará independencia financiera. masryram@msn.com

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