ALMA MÁTER

 

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“Estoy satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con el conocimiento, el sentido, de la maravillosa estructura de la existencia. Con el humilde intento de comprender aunque más no sea una porción diminuta de la razón que se manifiesta en la naturaleza”. Albert Einstein

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Por Marisú Ramírez

Uno de los momentos más significativos que se viven dentro de una casa de estudios, como la Universidad del Valle de Atemajac, es cuando los estudiantes se preparan para la toma de la fotografía que quedará plasmada en la documentación oficial que avala la terminación de estudios. La emoción que se siente por estar a un paso de lograr la meta es indescriptible; sin importar si es de preparatoria, de licenciatura o de maestría.

El ambiente se torna festivo en un vaivén interminable de relucientes camisas blancas, corbatas y sacos negros portados con soltura, la elegancia desmedida de rostros sonrientes iluminados por la satisfacción; los varones rasurados o con barba recortada, bien peinados y boleados; las damas, no nos quedamos atrás, cabelleras brillantes, labios delineados y miradas expresivas.

El equipo de fotógrafos nos da el visto bueno, nos terminan de acomodar el cuello, acomodan las corbatas, disipan cualquier vestigio de cabello de nuestros rostros que deberán lucir en todo su esplendor. Con los últimos detalles para que tu imagen quede perfecta, se encargan de hacernos sonreír para relajar los

músculos de la cara y que tu sonrisa surja espontánea y quede grabada para la posteridad.

El momento es de camaradería, de compañerismo; en las aulas los docentes impacientes aguardan a que retornen sus alumnos para continuar con las actividades académicas del día. Pasada la euforia del momento queda una sensación de nostalgia, el tiempo de estudiar juntos se agota, son momentos que hay que aprovechar al máximo.

En el aula, la Maestra Juanita Correa Reyes, siente lo mismo que nosotros, el afecto que nace de la convivencia cotidiana, nos vuelve cómplices, tanto de la vida como del conocimiento. Aprovechamos al máximo los momentos que nos quedan, disipamos dudas y damos nuestro mayor esfuerzo.

Nuestra alma máter impasible nos mira, nos siente, nos abraza y llena de fortaleza, siempre seremos sus hijos, los que día a día llegamos corriendo por los pasillos, dando los buenos días apresurados porque se nos ha hecho tarde. El sonriente rostro de Monseñor Santiago Méndez Bravo, nos saluda desde el pedestal, pareciera que su mirada a través de sus anteojos de bronce nos dijera, corre, corre que para aprender siempre hay tiempo. masryram@msn.com

 

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