Marisú Ramírez
Es verdad, no es fácil nacer humano. En el mundo físico, sólo gobiernan la apariencia y el materialismo. Impera el egoísmo con verdaderos tintes de hedonismo en su máxima expresión. Creando todo tipo de “ismos”. Todos unilaterales y llenos de limitaciones.
Aunque nuestro poder de ver las cosas es tan profundo y extenso como el océano, algunos estamos parados en medio, analizando y sintetizando los hechos. Personas de diferentes orígenes y profesiones nos muestran los diferentes aspectos del conocimiento y nos dan la oportunidad de encontrar la verdad. Nos regalan su sabiduría. En cambio ¿Qué hacemos?
Sólo una mirada a nuestro entorno inmediato y vemos como se colapsan la familia, los valores y con ello nuestro decremento en el desarrollo evolutivo. Estamos viviendo una verdadera involución.
Los varones, sólo buscan el placer por el placer, todo lo demás pasa a segundo plano. A las damas sólo les interesa la apariencia física, lucir espectaculares en los escaparates de las redes sociales, aunque la realidad y las consecuencias son muy diferentes, devastadoras y letales.
El precio que estamos pagando al disolver la célula social tiene consecuencias nefastas en los niños ¿Qué ejemplo les estamos dando? Si a las madres no les importan ya sus hijos, ¿Entonces a quién?
Los acontecimientos en nuestro contexto social y familiar arrojan estadísticas que retan a la razón: divorcios por infidelidad tanto de hombres como mujeres, niños abandonados por la madre por que el padre no provee lo suficiente —les salió mal el negocio— separaciones por que la mujer ya no está en sus mejores días y no le da lo que quiere al hombre, jovencitas con ancianos porqué existe escasez de hombres y es más sencillo ir por el camino fácil y destrozar matrimonios. Jóvenes que solo viven y mueren para satisfacer su ego, bajos instintos y adicciones. La lista es interminable. Los casos también. Nadie experimenta en cabeza ajena.
En este tenor, es difícil conectar con nuestra mente y aún más difícil conectar con nuestra alma. No nos preguntamos qué pasa con nuestra mente, con nuestras percepciones, emociones y proyecciones; de alguna manera parece que el tiempo apenas alcanza para lo físico y material.
La tecnología nos está volviendo insulsos e inermes, ya nadie quiere escribir, pensar, sumar, restar, ya ni se diga multiplicar ¿o hacer una ecuación? No somos capaces de hacer una simple suma, sin dudarlo utilizamos una calculadora. Ni que decir de amar, sentir o valorar el amor verdadero, eso es arcaico. Ahora mismo me acabo de enterar que inventaron el dispositivo ‘Kissenger’ para mandar la sensación de un beso a través de nuestros móviles, eso es lo “in”.
Honestamente ¿Cuánto tiempo invertimos en fortalecer nuestra mente? Los grandes líderes de las tecnologías, no permiten que sus hijos tengan una educación tecnológica. Instauran escuelas especiales donde utilizan pizarrones y gises para que sus hijos aprendan fuera de cualquier tipo de aparato electrónico o digital para evitarles daños irreversibles en sus cerebros porque sus sistemas nerviosos no están totalmente desarrollados.
Por tanto, ejercitar la mente tiene que ver con los aspectos más básicos: estudiar, memorizar, razonar, reflexionar, discernir, meditar, crear, innovar, adquirir capacidades; claro que el obtener y conocer conceptos es importante más no suficiente para aprovechar al máximo nuestra capacidad mental. Hay cosas que creemos saber, pero resulta que lo que tenemos es información equivocada y otras que sabemos, pero no a detalle. Ya lo dijo Buda a sus discípulos “…no crean lo que digo sólo porqué yo lo digo, pónganlo en duda analícenlo y si les es útil aplíquenlo de manera perseverante”
Lo mismo aplica para la enfermedad, los conflictos, las alegrías, la ausencia o presencia de lo que deseamos y necesitamos. No es que no exista nada para analizar o meditar, solo se requiere estar alerta para absorber conocimiento profundo más allá de los conceptos, filosofías y doctrinas, con mucho más intuición y razonamiento lógico.
En realidad debemos apropiarnos del conocimiento, integrarlo y corregir nuestro interior, rectificar caminos para vivir mejor. Analizar nuestros pensamientos, detectar si la mayor parte del tiempo estamos pensando en cosas materiales y superfluas y transmutar en pensamientos positivos.
De otra manera no estamos comprendiendo nuestra verdadera naturaleza holística: física, mental, emocional y espiritual para lograr un equilibrio. Como se menciona en las siete leyes de la sabiduría: Todo tiene su flujo y reflujo; todo tiene sus mareas; todo sube y baja; todo se manifiesta por oscilaciones compensadas; la medida del movimiento a la derecha es la medida del movimiento a la izquierda; el ritmo es la compensación.
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