Techos de casas perforados y carros calcinados con más de una docena de balazos son las huellas que dejó la caza militar contra el narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán en la sierra de Durango, donde ahora hay poblados desolados y un misterioso rancho fuertemente custodiado.
No hay ni un alma en varios poblados de Tamazula: todos sus habitantes huyeron despavoridos a la ciudad más cercana, Cosalá (Sinaloa), después de haber vivido momentos de terror.
Sólo en la remota comunidad de El Limón hay elementos de la Marina Armada, asegurándose de que nadie se acerque al rancho.
Según los vecinos desplazados, fue aquí donde el pasado 6 de octubre los marinos empezaron a balear casas desde helicópteros en un operativo que luego se extendió a otros poblados de la Sierra Madre Occidental.
Al querer entrar a la propiedad, cercada con cadenas con púas, un equipo de reporteros fue detenido por tres marinos que, apuntándoles con rifles, inquirieron a gritos quién les había autorizado a llegar hasta allí.
Poco después, un superior grabó en vídeo a los periodistas y les explicó que tenía instrucciones de no dejar pasar a nadie porque ese rancho estaba “intervenido”.
El misterio de este rancho, al que las autoridades no dejan pasar ni siquiera a vecinos, sólo incrementa las interrogantes sobre lo que pasó durante el intenso operativo de caza contra el jefe del cártel de Sinaloa, que se fugó en julio de una prisión en el centro de México.