Era diciembre de 2014, Ana caminaba por un puente peatonal cerca del Metro Taxqueña, en la Ciudad de México, cuando un hombre se le acercó por la espalda y le tocó las nalgas. Ella gritó pidiendo ayuda. Dos señores se acercaron y retuvieron al sujeto, mientras ella corría a buscar un policía. Los oficiales le preguntaron si quería denunciar y ella contestó que sí.
A pesar de que fue atacada en Taxqueña, en el sur de la ciudad, Ana y su agresor fueron conducidos hasta la agencia del Ministerio Público de la delegación Venustiano Carranza, ubicada en el oriente. “Íbamos en el mismo vagón él y yo, el agresor y la víctima, después supe que por protocolo no se puede viajar en el mismo vagón. Yo iba muy nerviosa, era la primera vez que me pasaba, tenía miedo”, recuerda.
“En cada proceso que pasaba, en cada oficina, me decían que si quería continuar con la denuncia y que si no, podíamos llegar a un arreglo. Me decían que me ofreciera una disculpa y ahí quedara la cosa”, dice Ana acerca de cómo las autoridades de Inmujeres, del Metro y de la PGJ de la Ciudad de México trataron de convencerla de desistir.
“No te motivan a querer denunciar. No es agradable pasar ahí tanto tiempo. Estuve en el proceso desde las 6:00 de la tarde hasta las 3:00 de la mañana del día siguiente”, recuerda. “La cotidianidad de estos actos los vuelve invisibles, incluso tú como mujer los pasas por alto. Dices ‘ah, es normal que me digan tal o cuál cosa’. Incluso cambias tus hábitos por miedo, como la vestimenta que usas a diario,es como una forma de autodefensa”.
Ana ignora si la persona que la atacó fue castigada. “No quise regresar a ese lugar (el Ministerio Público). La verdad, lo único que quería era que mi agresor sintiera un poco de miedo. Que supiera qué es sentirse vulnerable. Saber que había estado detenido, que tenía una denuncia en su contra, que pasó la noche encerrado, fue suficiente para mí”.
Usted disculpe
Las agresiones sexuales que se comenten en el transporte público de la Ciudad de México, como la que sufrió Ana, no se denuncian debido a que las autoridades promueven que la víctima acepte una disculpa de su atacante. Así lo reconoce Teresa Incháustegui, directora general del Instituto de las Mujeres (Inmujeres) de la Ciudad de México, quien agrega que eso ha permitido disminuir las cifras oficiales de violencia sexual contra usuarias, aunque eso no significa que se cometan menos abusos de este tipo.
Señala que eso ha aumentado tras la reforma al sistema penal de la Ciudad de México que entró en vigor en enero del año pasado: “El sistema penal acusatorio lo primero que señala es que, en el Ministerio Público, debe de haber un acuerdo antes de que se vaya la denuncia. Entonces, lo que ha pasado es que se han dado arreglos sin llegar siquiera a la denuncia”.
Como ya no se levanta la denuncia, agrega, ese caso no se registra en el Módulo Viajemos Seguras (en los que Inmujeres recibía las denuncias de violencia sexual en el transporte público) y tampoco en el Ministerio Público.
Gracias a este cambio de procedimiento en el manejo de las denuncias que presentan las víctimas de ataques sexuales en el transporte público, las autoridades capitalinas reportan un descenso de 72% en un solo año: pasaron de 311 casos registrados en 2014 a 86 casos en 2015, según los registros del Inmujeres. Esto no implica una disminución de la violencia sexual en el transporte público, sino sólo en las estadísticas.
La funcionaria describió de la siguiente manera el nuevo procedimiento de “conciliación” que se aplica para evitar que las víctimas presenten una denuncia formal: “A la mujer se le pregunta: ‘A ver, ¿usted se sintió ofendida?’. Y después al hombre: ‘Y usted, joven, ¿la agredió? ¿Lo acepta?¿Si?’. Para al final decirle a la mujer: ‘Bueno, entonces, ¿qué quiere?, ¿que el hombre le pida disculpas o que le dé tres mil pesos, o cuánto dinero quiere que le dé por la reparación del daño?’”.
Con este nuevo procedimiento, de las denuncias que se recibieron en los módulos de Inmujeres en 2015, ninguna de ellas llegó de manera formal a la Procuraduría General de Justicia (PGJ) capitalina.
Factor de vulneración: ser mujer
El estudio denominado “El porqué de la relación entre género y transporte”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo en 2015, señala que 40% de las mujeres entrevistadas en la Ciudad de México modifica su vestimenta para evitar algún tipo de violencia en el Metro. Y que 4.5%, incluso, que ha dejado su trabajo o estudio por causa de la violencia en el Sistema de Transporte Colectivo.
El mismo estudio ubica a la Ciudad de México como la urbe con el sistema de transporte más peligroso para las mujeres en América Latina y el Caribe. Le siguen Bogotá, en Colombia, y Lima, en Perú.
En contraste, las estadísticas oficiales de las autoridades mexicanas reconocen la existencia de este problema, pero en una dimensión mucho menor: la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2015), señala que sólo 4% de las mujeres capitalinas se siente insegura de vivir y/o transitar por la Ciudad de México.
Debido a estos índices de violencia en 2008 el gobierno de la Ciudad de México puso en marcha el Programa Viajemos Seguras, que articula diversas medidas y acciones de “prevención, atención y acceso a la justicia” para las mujeres que transitan por la ciudad.
Estas acciones son la separación entre hombres y mujeres en el transporte en “horas pico”, el acompañamiento de las víctimas en el proceso de denuncia por cualquier tipo de violencia sexual y la atención psicológica posterior a la denuncia.
Las conductas denunciables van desde los tocamientos, palabras obscenas, insinuaciones sobre el cuerpo o apariencia, acosos, intimidación, amenazas con fines sexuales, exhibición de genitales, miradas lascivas e incómodas al cuerpo de las mujeres, persecución y que tomen fotografías o video sin el consentimiento de la persona.
Esto no siempre se cumple. En el caso de Karina, a quien en enero pasado un hombre le mostró sus genitales dentro de un vagón del Metro, para después darse a la fuga mientras ella gritaba, no hubo denuncia. No sabía, dice, que podía presentar una denuncia formal aún cuando el agresor -“un chavito de 17 o 18 años”, recuerda- hubiese huido. Lo único que hizo en el momento fue denunciarlo por redes sociales.
Según la ONU-Mujeres, en la Ciudad de México una de cada dos mujeres ha sido agredida sexualmente en espacios púbicos. Las formas más frecuentes son las frases ofensivas, tocamientos e incluso, la violación; en la mayoría de los casos, no existe denuncia.