En lo musical, padre artístico de Bob Dylan y Don McLean, pasión tardía de Bruce Springsteen. En lo político, perseguido por el Comité de Actividades Antiamericanas, opositor de la Guerra de Vietnam y simpatizante de las Brigadas Internacionales. Y, en lo humano, quizá la muestra más coherente de lo que el término “folk” significa: música por y para el pueblo.
En la investidura de Barack Obama cantó el himno político “This Land is Your Land” (“Esta tierra es vuestra tierra”), más de medio siglo después de haber tenido sus más y sus menos con otro simbólico presidente demócrata, Franklin Delano Roosevelt.
Seeger era a su vez piedra fundacional, testigo longevo y voz de la conciencia de un país que se convertía en la primera potencia mundial.
Fue un coleccionista, restaurador y archivador impagable del legado folk estadounidense, género que siempre defendió y ayudo a difundir. Con las claves de un sonido profundamente estadounidense, sin ardores ni panfletos, suyas son muchas de las más célebres canciones protesta del siglo XX.
Y es que bajo esa bandera de las barras y las estrellas que induce a veces al patriotismo ciego, Seeger enseñó cómo querer a un país pasa por ser profundamente crítico con él. Creyó en un pueblo estadounidense trabajador y de una talla humana e intelectual suficiente para dirigir su destino.
“We Shall Overcome” (“Venceremos”), que tomaba los versos de una canción gospel, se convirtió gracias a él en un símbolo de la reivindicación de los derechos civiles, que pasó por Woodstock en la voz de Joan Baez y que sirvió para dar título al álbum homenaje-descubrimiento que hizo sobre él Bruce Springsteen y que acabó ganando un Grammy.
Y “Where have all the Flowers Gone?” (dónde han ido todas las flores) se convirtió en un clásico antibélico. Cantó también a Sudáfrica en “Wimoweh” y a los soldados israelíes en “Tzena, Tzena, Tzena”.
Seeger fue un luchador conciliador, como demuestra el hecho de que hoy el tabloide conservador New York Post alaba a un antiguo comunista como él premiado en Cuba y le dedica un artículo titulado “Las cinco maneras en las que Pete Seeger cambió Estados Unidos”, recordando cómo, por ejemplo, colaboró en la limpieza de las aguas del río Hudson, que baña la localidad donde vivió gran parte de su vida, Beacon (Nueva York).
Del otro lado ideológico, el cineasta Michael Moore escribía en su cuenta de Twitter. “Qué decir. Él lo dijo, lo cantó y lo vivió todo”. Y músicos tan distintos como Gilberto Gil, Brian May o Nina Hagen lamentaban su muerte también en las redes sociales.
Seeger había nacido el 3 de mayo de 1919 en Nueva York en el seno de una familia de músicos, aunque sus padres se divorciaron siendo él un niño. Empezó tocando el ukelele en su época escolar en Connecticut y cuando fue a Harvard, pues quería ser periodista, tomó las riendas del periódico más radical del campus.
Pero se dio cuenta de que, quizá, su manera más eficaz de transmitir mensajes fuera la música.
Ya en los años cuarenta fue miembro de bandas como The Almanac Singers, con la que grabó el álbum “Historias del Batallón Lincoln” en apoyo a la Segunda República española así como canciones de apoyo a las tropas estadounidenses, o The Weavers.
Volvió de la Segunda Guerra Mundial y fundó la compañía People’s Songs, dedicada a composiciones musicales de contenido político de izquierdas, lo que desembocó de manera inevitable en la “caza de brujas” del furibundo senador Joe McCarthy por haber pertenecido al Partido Comunista, del que se desligaría años más tarde.
Fue condenado a 10 años de cárcel, aunque no llegó a ingresar en prisión. A cambio, desapareció de la escena pública pero no de la música que siguió practicando en pueblos e iglesias, para reaparecer en los sesenta como referente moral y musical de la nueva hornada que inundó el Greenwich Village de Nueva York, como Bob Dylan, Don McLean o Joan Baez.
Cuando en 2009 se celebró un concierto homenaje por su 90 cumpleaños, la plana mayor de la música estadounidense estuvo ahí para festejar. El año pasado quedó viudo de su esposa Toshi, justo antes de cumplir 70 años casados. Y hoy fue Estados Unidos el que amaneció viudo, quizá huérfano. ¿Dónde irán todas las flores? A despedir y rendir tributo a quien más las merecía: Pete Seeger