Por Marisú Ramírez
Tal vez uno de los temas jurídicos por antonomasia más apasionantes por la cantidad de situaciones que se desprenden, tanto como institución social, por su principal finalidad: compartir un estado de vida para la búsqueda de la realización personal y la fundación de una familia, la que constituye el medio natural para el desarrollo de las interrelaciones de responsabilidad y solidaridad humana; como por los vínculos que se derivan de tal unión, y que son inherentes a la pareja, es el del matrimonio.
En términos estadísticos, las cifras arrojadas por el INEGI entre matrimonios y divorcios son más que elocuentes, al 2011 se registraron 570 mil 954 matrimonios, en 2010 fueron 568 mil 632 y en 2009 la cifra se ubicó en 558 mil 913. Contrariamente a lo que se piensa, los matrimonios van a la alza y los divorcios también: al 2011 se registraron 91 mil 285 divorcios, en 2010 fueron 86 mil 042 y en 2009 la cifra se ubicó en 84 mil 302.
Ahora bien, reflexionando un poco, es menester analizar en qué estamos fallando las parejas. Según una investigación realizada en México por Andrea Limón Fonseca, y publicada en la Quarterly Review de la Universidad de las Américas (UDLA), son cuatro los factores que determinan que un matrimonio confluya en la disolución definitiva: la falta de comunicación, la infidelidad, la violencia y los problemas económicos.
Mientras no exista una buena comunicación, habrá reconciliaciones poco duraderas en la pareja, porque repetirán las mismas fallas, lo que las hace caer en una falsa tolerancia, debido a que propicia que cada uno viva su vida en forma independiente.
Infidelidad
Limón Fonseca menciona que “…la infidelidad es el resultado de las crisis de la pareja, y esta no es solo sexual, pues el cónyuge infiel busca aspectos que su pareja no le brinda y estos pueden ser intelectuales, físicos y/o emocionales. Cuando existe infidelidad, la víctima presenta una serie de sentimientos negativos hacia su persona. Al descubrirse la infidelidad, es natural que se llegue a sentir dolor, pérdida de autoestima, angustia y rabia. Al estar experimentando estos sentimientos lo más lógico es que la persona quiera ponerle fin a la relación, sin importar las consecuencias a terceras personas”.
Violencia
Dentro de la violencia existe una situación cíclica que se desarrolla en tres fases, la primera se caracteriza por la acumulación de tensión en las interacciones, en donde existen golpes menores y se incrementan los celos, posesión y opresión. La segunda se caracteriza por el descontrol y la inevitabilidad de los golpes, en donde la víctima se muestra sorprendida ante la presencia imprevista de estos. Y por último la fase del arrepentimiento. La víctima tiene la esperanza de que el compañero violento cambie, y esto provoca que continúe recibiendo abusos.
Problemas económicos
La investigadora de la UDLA asegura que el nivel educativo de la mujer y su incorporación al mercado laboral tienen una relación negativa, así como también el número de hijos ha sido relacionado de manera inversa o negativa con la disolución de las uniones.
Los sentimientos de incompatibilidad, el cambio de intereses, la injusta división de las labores o el no sentirse románticamente apegado, el alcoholismo y la drogadicción; son algunos factores que pueden propiciar que una pareja se divorcie.
Falta de valores
Otro factor determinante y que cada día es más frecuente es de los terceros implicados, cada día más hombres y mujeres rompen definitivamente no sólo con sus parejas, sino también con sus familias al involucrarse sentimentalmente con personas del otro sexo más jóvenes. Situación que no siempre conlleva a relaciones duraderas que solamente provocan sentimientos de frustración e inestabilidad emocional, rechazo social y en la mayoría de los casos, terminan en una debacle personal por los sentimientos de culpa que estas situaciones generan.
En la llamada ‘Célula Social’ no se está cumpliendo su principal objetivo, la preservación de la familia. En una de sus visitas a Puerto Vallarta, el padre rector de la UNIVA, Francisco Ramírez Yáñez; se refirió a ella como un ‘Diseño de Dios’ donde pidió que comprendiéramos que “…en el matrimonio ya no son dos sino uno, y el secreto del mismo está en saber si el que convive con nosotros es feliz, no en ver solamente la felicidad propia”. Lo que en otras palabras se puede definir como actuar con responsabilidad y sin egoísmo. En la familia debe buscarse la fidelidad y el afecto como una dignidad, no como un sometimiento de un ser a otro, sino como un perfecto entendimiento sobre los valores de la existencia humana. masryram@msn.com