Durante la ceremonia en la que se conmemora el 70 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica por la aviación estadounidense sobre Nagasaki, el alcalde de la ciudad, Tomihisa Taue, recordó a la víctimas con una “declaración de paz”.
Taue pidió que Japón nunca cambie sus principios pacifistas de renuncia a la guerra, haciendo así referencia a la profunda reforma militar que ha iniciado el gobierno del primer ministro conservador Shinzo Abe y que muchos ven como un abandono del pacifismo que imperó en la posguerra.
Principios antinucleares
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, por su parte, prometió que su país “seguirá adhiriéndose a los principios de no producir ni poseer armamento atómico y de no permitir la entrada de estos artefactos en el país”. Durante su discurso en el acto, el primer ministro nipón hizo hincapié en que, “como único país del mundo que ha experimentado los horrores de un ataque nuclear, lideraremos los esfuerzos para conseguir un mundo libre de armas atómicas”.
Abe quiso despejar así las dudas sobre la posibilidad de que su Ejército pueda transportar armas nucleares en operaciones de apoyo a aliados tras su reforma militar. Sus palabras se aguardaban con gran expectación tras la reinterpretación del artículo pacifista de la Carta Magna promovida por el Gobierno, que permitirá a las tropas niponas operar en el extranjero y defender a aliados en caso de ataque, una iniciativa que ha generado un rechazo creciente entre la población.
Omisión, dudas y críticas
En su anterior discurso, durante la conmemoración de los 70 años del bombardeo de Hiroshima el pasado día 6, Abe omitió la mención a estos tres principios antinucleares adoptados por Japón en 1967, lo que generó dudas y duras críticas de la oposición y de algunos medios nipones.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses lanzaron el 9 de agosto de 1945 una bomba atómica sobre la gran ciudad japonesa, tres días después de haber devastado Hiroshima con otra bomba nuclear. En Nagasaki murieron 70.000 personas directamente y 75.000 resultaron heridas. Ante tal destrucción, el imperio japonés capituló el 15 de agosto. Hiroshima y Nagasaki, las primeras ciudades devastadas por bombas nucleares, se convirtieron entonces en símbolo por la paz.