Las letras mexicanas trazan un doloroso color negro este 3 de diciembre. Una de las tintas más representativas de la literatura nacional se ha agotado. La vida de Vicente Leñero ha llegado a su fin llevándose consigo un legado en el teatro, el cine, la novela y el periodismo.
Graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México en ingeniería civil, el oriundo de Guadalajara descubrió en la escritura su verdadera vocación. Dotado de un talento innato, pronto destacó como un hábil novelista y guionista de cine y teatro. Su primer gran golpe, titulado “Los albañiles” (1963), le valió el Premio Biblioteca Breve. Era apenas su segunda novela.
Su labor en el séptimo arte, iniciada en 1973, valió tantos que se convirtieron en clásicos de la cinematografía mexicana contemporánea, como “El llanto de la tortuga”, “Mariana, Mariana” (adaptación a la pantalla grande del trabajo Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco), “El callejón de los milagros” y “La ley de Herodes”.
Paralelamente, Leñero desarrolló una carrera como periodista que fue notoria en el diario Excélsior antes de que éste fuera arrebatado a Julio Scherer por golpistas al servicio del gobierno, tras lo cual fue fundador del semanario Proceso. Su más célebre trabajo en este rubro fue la compilación “La inocencia de este mundo”. De su otro legado, el “Manual de periodismo”, se dice a petición de él mismo fue desaparecido para quedar únicamente en la autoría de Carlos Marín en las más recientes ediciones.
Pero Leñero no dejó de lado al deporte dentro de su sensibilidad literaria, cultural y social. Así lo plasma en su guión teatral de 1996 “Los perdedores”, una colección de escenas deportivas que plasma un “viaje a la mentalidad del perdedor” según sus propias palabras.
En el caso del futbol, Leñero se centra en el personaje trágico por naturaleza: el portero, el hombre de la posición ingrata al que el destino golpea no únicamente con un gol, sino con la traición de un amigo que ha mantenido relaciones sexuales con “la Güera”, mujer con la que mantiene un vínculo sentimental todavía no consumado en acto carnal… es precisamente la anotación una consecuencia de la tragedia que le acaba de ser confesada en pleno partido:
Desde la cancha, como en un tiro de media distancia, el balón cruza el campo como una ráfaga y se clava dentro de la portería. Portero se estira para atajar el balón, pero es inútil. El balón entra y choca contra la red. Se escuchan gritos de “gol, gol”, y otros, ininteligibles.
Portero está tirado al pie de la portería, vencido. No se levanta. No quisiera levantarse jamás.
Descanse en paz el maestro Vicente Leñero.