Una mamá con corazón de héroe

Un día común en la vida de Dulce María Atzimba Rodríguez, a quien todos llaman de cariño Pimba, inicia a las 6 de la mañana, cuando se prepara para salir a trabajar. Bendice a sus hijos, se despide de su esposo y sale rumbo a la estación de bomberos de Puerto Vallarta, donde se desempeña como bombero de línea especializada en atención prehospitalaria al servicio en ambulancia.

Al hablar de su profesión, en el rostro de Pimba se dibuja el gran orgullo que siente de pertenecer a la corporación, a pesar del reto que implica para ella ser también mamá de dos niños, Britania de siete años y Orlando de un año.

Aunque viene de una familia de bomberos donde sus hermanos y primos han destacado por su entrega y profesionalismo, confiesa que desde muy pequeña, incluso antes que el primero de sus hermanos ingresara, ella ya tenía la inquietud y se lo confesó a su madre, quien con firmeza le dijo que podría hacerlo, siempre y cuando cursara una carrera.

“Recuerdo que el día que le entregué a mi madre mi certificado de técnico en informática, le dije que ahí estaba su sueño cumplido, ahora iría a lograr el mío y me ingrese en el cuerpo de bomberos como voluntaria primeramente, aprendí mucho y me capacité. Debo confesar que no fue fácil, no era usual que hubiera mujeres bomberos y la exigencia es la misma que para un hombre. Ya otra compañera había logrado una plaza, pero aún así había duda de que podría yo desempeñar bien la labor”, recuerda Atzimba, quien ingresó a los 24 años, cuando su hija tenía algunos meses de nacida.

“Yo elegí ser bombero y me preparé para ello, pero yo no elegí ser madre, Dios me escogió y me envió dos ángeles que son mi motor y por ellos todos los días brindo mi mejor servicio a los demás” mencionó.

Pimba confiesa que diariamente cuando sale de casa, cruza por su mente el pensamiento de si regresará con bien, pues al entrar a un incendio nadie sabe que puede ocurrir e incluso el solo hecho de salir a velocidad en la ambulancia por alguna emergencia, es ya un riesgo.

Al preguntarle qué es lo más complicado de su labor, menciona que es el no involucrarse con las situaciones durante los servicios, pero le resulta siempre difícil cuando hay pequeños en riesgo.

A veces me gana el sentimiento, pero me mantengo serena para hacer mi trabajo y más porque sé que cada minuto es importante. Salgo tranquila porque mis hijos están bien cuidados, mi esposo es un gran apoyo porque entiende los turnos de servicios que son de 24 horas de trabajo por 48 de descanso y mi familia está siempre al pendiente, el día que estoy en la base.

Aunque su trabajo es la pasión de su vida, existe cierto pesar por los días que pierde de ver crecer y disfrutar a sus hijos. Sin embargo, sabe que no podría estar en otro lado, haciendo alguna otra cosa. “Mi hija ahora me dice que ya quiere crecer para ser bombero y es curioso pero le repito lo mismo que me dijo mi madre, que debe primero terminar una carrera porque este trabajo implica mucha entrega y dedicación, hay días que hacemos una o dos comidas, que nos quiere vencer el cansancio pero estamos siempre ahí, listos por si el ciudadano nos llama.

Pimba puede ser un héroe de la ciudad, a bordo de su ambulancia y resguardada por su equipo de bombero, pero al llegar a casa, se convierte en madre de familia responsable y cariñosa con sus niños, hace las labores del hogar, cocina y revisa tareas.

“Mi reto dentro de la corporación es seguirme capacitando incluso ser un día encargada de paramédicos, como mamá no aspiro más que ver a mis hijos crecer sanos, seguros, apoyarlos para terminar sus estudios y que elijan una carrera que les de la misma pasión, el mismo orgullo y la misma satisfacción que a mí me da cuando una persona a la que ayudé regresa solo para decirme… gracias, porque ese es mi motivo para levantarme cada día y por eso vale la pena cualquier esfuerzo” destacó.

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