Los Panamericanos de Toronto 2015 quedaron oficialmente inaugurados hoy con una ceremonia tan colorida y musical como de costumbre, esta vez con el sello y los simbolismos del Circo del Sol y con una invitación a materializar los sueños, tanto de los deportistas como de los espectadores.
El evento, que arrancó a las 20.00 hora local (0.00 GMT) y se alargó durante casi tres horas, reunió a unos 45.000 espectadores en el estadio Rogers Centre y finalizó con el encendido del pebetero a manos de la exestrella canadiense de la NBA Steve Nash.
El mensaje de la inauguración apeló al esfuerzo, a la perseverancia y al trabajo como claves en pos de la evolución y la transformación, tanto de los países como de los individuos, para así superar las adversidades y lograr los objetivos y sueños de cada uno.
La diversidad y multiculturalidad de la ciudad canadiense estuvo muy presente durante todo el acto y prueba de ello fue la participación de 625 artistas procedentes de 25 países, todo ello a escasos metros y bajo el cobijo de la imponente Torre CN, el gran emblema de la ciudad.
El Circo del Sol, con sede en Quebec, llevaba preparando este espectáculo desde noviembre de 2013 y sus integrantes le han dedicado 22 semanas y 1.000 horas de ensayos, aderezados con 125 minutos de música original compuesta especialmente para la ocasión.
Los aspectos culturales e históricos de la ciudad se mezclaron con el deporte y las acrobacias características de la compañía canadiense para ofrecer una narrativa que sirvió como metáfora sobre el deporte y la vida.
Bailes, color y ritmos tribales fueron la nota predominante en una ceremonia que rindió homenaje, a través del ritmo del carnaval Powwow, a las cuatro naciones ancestrales de la zona del Greater Horseshoe de Ontario (Canadá): los Mississaugas de New Credit, los Métis, las Seis Naciones del Grand River y los Huron Wendat.
El espectáculo, compuesto por 183 bailarines de 21 compañías de danza, dio pie a sonidos electrónicos bajo el mando de DJ Shub, que fusionó electro, dub-step, dance hall y hasta hip hop para rendir tributo a través de la música y la escenografía a los indígenas del territorio canadiense.
La primera ovación de la velada se la llevó la leyenda del atletismo Donovan Bailey, que saltó -al menos, figuradamente- desde la Torre CN para descender desde el cielo del pabellón con un arnés y entregar la llama panamericana a una joven promesa canadiense, Faith (Fe) Zacharias, una clavadista de 15 años que tomó decidida el simbólico testigo ofrecido por el ídolo local.
Bailey no estaba solo. Junto a él, sus compañeros del equipo de relevos 4×100 que se alzó con el oro en Atlanta 1996: Carlton Chambers, Robert Esmie, Glenroy Gilbert y Bruny Serin.
Esa cálida bienvenida precedió a la unión del público y los atletas en el tradicional desfile de las naciones, donde los más de 6.000 deportistas de los 41 países y territorios, armados con sus cámaras y teléfonos móviles para inmortalizar el momento, fueron vitoreados por el público del estadio.
Tras el desfile, continuaron las referencias a Toronto y a sus raíces, esta vez haciendo alusión a la superación de trabas y escollos mediante la comunicación; de costa a costa, del francés al inglés y de una cultura a otra.
Después de la izada de las banderas Olímpica y Panamericana, Canadá, en sus terceros Panamericanos (Winnipeg 1967 y 1999), se acordó del expresidente de la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA), el mexicano Mario Vázquez Raña, fallecido en febrero pasado.
La organización emitió un vídeo montaje con algunos de los momentos más destacados de la vida de Vázquez Raña, acompañado por unas palabras de la atleta canadiense Alexandra Orlando: “Su pasión por el deporte y los atletas fue inspirador”.
En el tramo final y como portadores de la antorcha aparecieron ilustres deportistas locales como Nash, Dana Wright, Charmaine Crooks, Marita Payne-Wiggins y su hijo, el jugador de los Minnesota Timberwolves Andrew Wiggins, una de las grandes figuras actuales de Canadá que, sin embargo, no participará en los Panamericanos.