Rafael Caro Quintero: sus negocios desde prisión eran el secreto más conocido de México

Siempre estuvo y era un secreto muy contado. Pero entre febrero y abril de 1985, el narcotráfico saltó por primera vez a las planas de los diarios mexicanos con el nombre de Rafael Caro Quintero como leyenda. Aquel serrano de 32 años, primer año de Primaria, melena y bigote muy negros, empleador de miles de campesinos para levantar mariguana, nacido en La Noria, una ranchería perdida de miseria en la sierra de Badiraguato, Sinaloa, había puesto contra la pared al Gobierno mexicano y al de Estados Unidos.

Rafael Caro Quintero fue detenido en una hacienda de Costa Rica en abril de 1985 por una pesada carga de culpas. Fue identificado como el dirigente de la organización criminal denominada “Cártel de Guadalajara” que traficaba droga hacia Estados Unidos. Además, como el asesino del agente Enrique Camarena y del piloto aviador Alfredo Zavala de la Drug Enforcement Administration (DEA).

Con el tiempo, se conoció que en el seno de ese grupo se formaban otros sinaloenses que protagonizarían la epopeya del narco mexicano; por ejemplo, Miguel Ángel Félix Gallardo, Miguel Salcido Beltrán, “El Cochiloco” y Joaquín Archivaldo Guzmán Loera “El Chapo” Guzmán.

Pero Caro fue Caro. Y en su ser se inició una forma de ser narco que siguió códigos de honor y orgullo. Cuando lo detuvieron, a las autoridades les dijo de sí mismo que su padre era campesino en tierra ajena, y que los Caro y los Quintero fueron pobres, desde su más viejo recuerdo, pero no conocieron el hambre porque los dominaba el orgullo y siempre buscaron la tierra para trabajar.

Acaso fue cierto. De su educación, el periodista Jesús Lemus Barajas, quien fue encarcelado en 2008 en Puente Grande, en la celda contigua de Caro Quintero, y exonerado de todo delito en 2011, relata: “Leía mucho en aquel tiempo de la cárcel. Estaba estudiando la Primaria a través del INEA. Me confesó que llevaba 14 años en Segundo año de Primaria. Pero me consta que la pudo terminar en Puente Grande”.

En cuanto a la búsqueda de la tierra, también pudo ser verdad. Caro Quintero se hizo en Chihuahua de los ranchos El Búfalo, El Vaquero y Pocitos donde miles de hombres levantaron mariguana durante años. La desgracia de la crisis económica de 1982 y el cambio de rumbo impulsado por el entonces Presidente Miguel de la Madrid Hurtado hacia la apertura de mercado hundió algunos deciles el poder adquisitivo y pronunció la curva de desempleo, mientras la deuda externa rozaba los 80 mil millones de dólares.

Una partícula de la leyenda de “el narco de narcos” se encuentra justo en esta etapa económica de México. Caro brindaba empleo (la otra versión es que secuestraba campesinos) como un patrón querido y respetado. Otra es que a cambio de su libertad, le ofreció al Presidente pagar la deuda externa a cambio de que lo dejaran cosechar tranquilo en los campos unos años. Pero el Gobierno no quiso. Y a querer o no, en El Búfalo, municipio de Allende, Chihuahua, se escribieron los días en que empezó el fin. 450 soldados de élite ingresaron y descubrieron a unos 10 mil campesinos que, según la version oficial, habían sido llevados con engaños a Chihuahua con la promesa de ganar buen dinero en el corte de manzana. Quemaron unas 80 mil toneladas de hierba.

Rafael Caro Quintero pasó 28 años de prisión, entre los penales de Almoloya de Juárez, hoy de El Altiplano, y Puente Grande. En agosto de 2013, fue liberado, bajo el cobijo de un recurso de amparo. La historia ha vuelto a empezar como si sólo hubiera estado en suspenso. En noviembre de 2015, la Suprema Corte de Justicia le dio reversa a esa determinación jurídica y se ordenó su detención; pero como suele ocurrir, nadie lo ha visto ni sabe dónde está.

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