Aunque la entidad del rival y el 0-2 de la ida hacían presagiar una noche tranquila en el Bernabéu, el Real Madrid se llevó un sofoco para solventar su pase a cuartos de final. Durante unos minutos, sobrevoló Chamartín el fantasma del Odense, aquel modeto equipo danés que, a mediados de los noventa, logró remontar una eliminatoria de UEFA en territorio blanco, con Jorge Valdano en el banquillo local.
El pésimo primer tiempo del Real Madrid dio alas al Schalke. Pese al buen desempeño de los alemanes, la desconexión de los locales fue decisiva para dar vidilla a la eliminatoria. El gol de Fuchs a los 20 minutos fue la culminación de un aviso, una consecuencia lógica del arranque del partido. El balón llegó a la red sin la oposición de Casillas y el marcador hizo justicia a lo visto hasta ese momento.
Aunque Cristiano Ronaldo restableció de inmediato el empate, el Real Madrid estaba lejos de reaccionar. Huntelaar estrelló un aviso en el larguero y, a la segunda, no perdonó el 1-2. El Schalke estaba a uno solo tanto de la clasificación, y lo más asombroso de todo es que no parecía improbable que lo consiguiera. Apareció de nuevo Ronaldo, que cabeceó de nuevo a la red, esta vez tras un centro larguísimo de Coentrao al que dio la espalda la defensa. Con 2-2, el público se quedó más tranquilo al descanso. Y a la vuelta, Benzema puso el 3-2 con clase y sangre fría, marcas de la casa. Sane, con un buen disparo al que Casillas no hizo siquiera amago de responder, volvió a igualar, aunque esta vez la proeza quedaba ya muy lejos… O eso parecía.
A cinco del final, cuando todo parecía al fin encarrilado, Modric convirtió un intento de robo de balón en un pase en profundidad par Huntelaar, que volvió a dar muestras de su eficacia y puso el balón en la escuadra. A cinco minutos del final, el Schalke volvía a estar a un gol de cuartos. Pudieron marcarlo primero Sané y luego Howedes, que obligaron a Casillas a intervenir; esta vez sí, con acierto.