Es el dato anatómico de la semana: Adele ha perdido 68 o 30 kilos, según el medio en el que uno lea la noticia. Este adelgazamiento sería un ejemplo más de la larga lista de figuras públicas que alcanzan el éxito teniendo sobrepeso, momento en el que el mundo aplaude su talento, celebra que hayan llegado a lo más alto pese a no tener un físico normativo… para sugerir, acto seguido, que se pongan a perder kilos y así les irá mucho mejor.
Adele, Kelly Osbourne, Christina Ricci, Jennifer Hudson, Ricki Lake, Jonah Hill, Kirstie Alley… Todos son figuras recurrentes en las galerías de “famosos que han perdido peso”, adelgazamientos que en algunos casos incluso se convierten en espectáculo a través de realities como el de Kirstie Alley, que seguía su proceso de dieta y el sufrimiento a ella asociadas en pos de conseguir buena audiencia.
Vivimos en una realidad esquizofrénica en la que el discurso de los medios se llena de términos como autoestima, aceptación, orgullo y exaltación de la diferencia a la vez que estamos obsesionados con las dietas y se nos recalca que sólo se puede tener éxito, ser sexy y deseable, estando delgado. Todo a la vez que tenemos más casos de sobrepeso que nunca en los hospitales y unas cuotas de obesidad infantil alarmantes. Pero una cosa es la lucha legítima y necesaria contra la obesidad y los hábitos de vida no saludables como el sedentarismo y la mala alimentación y otra, la idea socialmente aceptada de que no se puede ser feliz si se es gordo.
Y más cuando el término “gordo” se vuelve algo muy voluble, un insulto que puede aplicarse a cualquiera que no cumpla con la belleza canónica, cada vez más estrecha y reducida. Sobre todo si tenemos en cuenta el doble criterio que mide a hombres y mujeres y que inventa palabras como “fofisanos” para describir a los hombres que pueden no estar musculados y delgados y aún así ser deseables. Ellos pueden ser fofisanos, pero figuras como Cristina Pedroche se han acostumbrado a que se les llame “ballena de Vallecas” cada vez que publican una foto en una red social. Algo parecido vivió la española Tania Llasera cuando una foto suya en la que se hacía evidente su aumento de peso corrió como la pólvora en Internet, demostrando que la obsesión pública por los cambios de peso es real y funciona de maravilla para atraer clics y sumar visitas. La presentadora tuvo que aclarar que sí, había engordado tras abandonar el tabaco y que sí, se sentía de maravilla, e incluso guapa.