El estado de Texas ejecutó la noche de ese miércoles, mediante inyección letal, al mexicano Édgar Tamayo Arias.
Con la acción, Texas incurrió en un nuevo desacato a la justicia internacional y desatendió recomendaciones de organismos de derechos humanos, y de los gobiernos de México y Estados Unidos.
La ejecución, programada en principio para las 18:00 hora local, se retrasó por más de tres horas, al prolongarse la revisión por parte de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos de las últimas apelaciones que interpusieron sus abogados.
El mexicano de 46 años de edad, originario de Miacatlán, estado mexicano de Morelos, fue declarado muerto a las 21:30 horas locales, minutos después que se le inyectara la dosis letal de fármacos en la unidad carcelaria Walls, en Huntsville, al noroeste de Houston.