Brigada ciudadana en Veracruz encuentra al menos 300 huesos humanos en un pozo de Córdoba

“Escarben este pozo, aquí los malandros masacraron harta gente y después les echaron piedras encima”, señaló un hombre a la Brigada Nacional de Búsqueda, que suplicó que su identidad fuera enterrada en el olvido. Luego se echó a correr como animal silvestre y su rastro se borró entre plantíos de café.

Y así fue, los buscadores nacionales de desaparecidos en Veracruz perforaron dos metros de suelo terroso, removieron rocas puntiagudas y tabiques de construcción salpicados de tizne. En el fondo los aguardaban al menos 300 huesos humanos.

Fracciones de vértebras y costillas cercenadas, paredes de cráneos sucios de lodo, un pedazo de fémur y otro de cadera, ambos rebasan los 18 centímetros de longitud. Todos los fragmentos, violentados por llamaradas que ardieron en terrenos de cañaverales.

Se trata de un exterminio que, el informante calcula, sobrepasa la docena de cadáveres. Por lo pronto, en 200 centímetros de profundidad pestilente a diesel, fueron recolectados siete cierres de pantalón y retazos de tela que, presuntamente, se encajaron en los huesos más resistentes de las víctimas, el día que fueron calcinados.

“Aquí pasaron cosas horribles, en este lugar nadie tuvo piedad y a todos cocinaron”, emitió uno de los líderes brigadistas con voz entrecortada. Luego propuso al grupo rezar por sus familiares, que recién habían sido escupidos por los sembradíos de la comunidad El Porvenir, Córdoba, Veracruz. A 20 minutos del centro histórico de la ciudad y sus tardes bohemias con aroma a café.

El encuentro entre vivos y muertos provocó tristeza y llanto. Sin embargo, los líderes brigadistas aseguraron: “Esta vez la Fiscalía General del Estado no nos va a salir con estupideces de que son pedazos de madera. No pisarán estos terrenos. Ya nos traicionaron una vez y perdieron nuestra confianza. Ahora veremos si al Gobierno federal le interesa”.

Fue el resultado en el día 12 de la Primera Brigada Nacional de Búsqueda, en Veracruz. La doceava fosa clandestina en la tierra del Gobernador, Javier Duarte de Ochoa. Los anónimos refieren que el radio de 1 kilómetro sirvió como cementerio para el grupo de Los Zetas. Además, aseguran que existen otros 20 puntos donde permanecen apiladas las víctimas del crimen organizado.

“BUSCAMOS TESOROS: NUESTROS DESAPARECIDOS”

Fue la frase que desprendieron en coro los brigadistas nacionales, antes de iniciar la jornada de búsqueda en la zona centro del estado. Pareciera que después de extrañar meses o años a un ser querido, llega el momento en que la muerte disfrazada de cadáver putrefacto u osamenta cercenada, se convierte, más allá de una desgracia, en un tesoro.

“Nosotros le llamamos así, porque encontrar familiares muertos es igual de difícil que hallar objetos preciosos. Aunque nosotros no obtenemos riquezas, más bien, salimos a arriesgar la vida para regresarle la tranquilidad a una madre o un padre”, comparte Juan Carlos Trujillo, representante de la Organización no Gubernamental, Red de Enlaces Nacionales.

Posteriormente, partió un convoy de tres vehículos particulares con familiares de desaparecidos a bordo, custodiados por elementos de la Policía Federal y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

El contingente llegó hasta el punto señalado como “caliente”. Los rastreadores comenzaron a caminar por los terrenos de zafra. Enterraban sus varillas y olían la punta en busca de olores podridos, pero no había resultados. Fue cuando una persona se acercó con disimulo, se dirigió a uno de los comisionados de la búsqueda y emitió con seguridad:

“Por ahí donde andan buscando no hay nada. Están un poquito lejos. Venga conmigo, yo lo llevaré hasta donde hay muertos”.

BASTÓ CAVAR TRES METROS… 

Y allá fueron, a la zona de Los Paredones, en la comunidad de El Porvenir, Córdoba, Veracruz. A la zona únicamente acudieron tres personas, incluyendo al informante. La visita de avanzada demoró al menos 60 minutos.

“Ya estamos muertos en vida, desde que desaparecieron a nuestros familiares. No tenemos nada qué perder”, si acaso, la única filosofía que pudo haber animado a los brigadistas a acudir al punto. Sin armas, ni señal telefónica. Sólo la necesidad por encontrar a los suyos.

Uno de los líderes de búsqueda regresó asustado con el grupo y dijo: “el amigo me llevó hasta el punto. Me dice que hay unos 20 puntos sospechosos, pero que en dos pozos, me asegura, encontraremos cadáveres. Luego pasó gente por el lugar, se puso nervioso y salió corriendo. Lo último que dijo es que tenía miedo y mucho”.

Los buscadores encomendaron una oración por el anónimo y decidieron acudir al pozo señalado. Un campo plagado de hoyos que nada tienen que ver con el cultivo de caña y café que se produce en el terreno, aseguran los expertos brigadistas.

Cavidades de al menos tres metros de profundidad, rellenadas con rocas de cerro. La herramienta y el tiempo se tornaban insuficientes, así que sumaron esfuerzos unas 30 personas y perforaron el pozo; hermanos, madres, padres y abuelos. Todos cimbraron el pico y removieron la tierra con las palas. El tesoro, como ellos lo llaman, estaba dos metros bajo tierra, entre lombrices y raíces de árbol.

Una mañana húmeda con rastros de lluvia que enlodó las botas, los tenis y el ropaje entero de los brigadistas, quienes trabajaron tres horas seguidas a ras del lodo hasta que las piedras filosas se terminaron. Fue cuando el café de la tierra se tiñó de color negro cenizo; una oscuridad fúnebre. Tonalidades de aniquilación y salvajismo.

Las palas fueron retiradas del lugar y la gente en el fondo de la zanja pidió guantes y caretas, pues habían llegado hasta un reguero de fragmentos óseos carbonizados. Y luego de condensar el proseguir de la diligencia, el grupo decidió escarbar 30 centímetros más.

“Buscaremos con cuidado un poco más abajo, no le daremos oportunidad a la Fiscalía de que nos salga con estupideces y digan que no son de humano”, emitió con firmeza Mario Vergara, de Los Otros Desaparecidos.

No fueron necesarios ni 30 centímetros, pues el primer gran hallazgo fue el fémur de unos 20 centímetros de largo. Su aspecto dejó gélidos a los presentes. Luego de acostumbrarse a ver pedazos de seres humanos no mayores a cinco centímetros, el tamaño del fémur significaba un tesoro verdadero.

Pues con base en una consulta ante el Equipo Mexicano de Antropología Forense, (EMAF), la pieza ósea, de estar en buen estado, puede arrojar la identidad de la persona finada.

Luego del hallazgo el dolor no se hizo esperar, la gente entrelazó sus manos y oraron por el eterno descanso de las personas que habían perdido la vida allí, tal y como el informante lo había asegurado.

Al final de la jornada se extrajeron al menos 300 fragmentos óseos. Fracciones de vértebras y costillas cercenadas, paredes de cráneos sucios de lodo, un pedazo de fémur y otro de cadera, ambos rebasan los 18 centímetros de longitud.

Los familiares de desaparecidos determinaron que la custodia del lugar y el estudio del terreno se solicitará a la Policía Científica de la Policía Federal, lo anterior ante la desconfianza declarada a la Fiscalía de Luis Ángel Bravo Contreras.

Así culminaba el antepenúltimo día en la agenda de la Primera Brigada Nacional de Búsqueda, en Veracruz. Sin embargo, Mario Vergara, uno de los representantes del movimiento asegura que la estancia se podría prolongar por tiempo indefinido. “No nos iremos hasta que todo este horror tengo como mínimo, la recompensa de regresar estos huesos con sus familias”, finalizó.

Así terminaba el día 12 de estancia para los buscadores de los estados más violentos del país; Morelos, Chihuahua, Coahuila, Guerrero, Sinaloa, hoy concentrado en el estado que consideran más los necesita: Veracruz. Juntos, han hallado 12 cocinas clandestinas, una cavidad con muerte en el fondo por día.

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