Deja tormenta del domingo una ciudad inundada

Sandy Arenas
Como si la ciudad estuviera asentada sobre un enorme cauce de río o arroyo, en la víspera de este lunes 28 de agosto de 2017, la tormenta del día dejó tras de sí un caos. Las grandes  arterias viales de todos los puntos de la geografía urbana se transformaron en vías acuáticas, pero transportadoras de corrientes pluviales, de basura, de ramas, de troncos, y de todo lo que se les atravesara en su despeñadero hacia el irresistible océano Pacífico.

El escenario de lluvia en Puerto Vallarta es común al de ayer, pero la ciudad a lo más se encharca. Ahora no, el agua de la lluvia se acumuló en los cauces naturales y en los cauces artificiales; ni unos ni otros resultaron suficientes para contener tales cantidades de agua, de manera que se elevaron los niveles, se rebasaron los bordes, las calles se inundaron y las aguas invadieron todo.

Los vehículos en circulación tuvieron que bajar su velocidad, ceder en mucho el espacio de las calles para dejar pasar las enfurecidas corrientes. Los conductores que se atrevieron a retar a la naturaleza pagaron las consecuencias: chocaron, ahogaron sus motores, e incluso se embancaron.

Después de la tormenta, cuando el sol se encendió por la mañana se pudo apreciar en toda su magnitud el paso del agua y lo que dejó a su paso: Viviendas inundadas, comercios anegados, ramas y troncos por doquier, piedras, derrumbes de cerros, rocas precipitadas de las partes altas, puentes rotos, árboles caídos, y lodo, harto lodo por doquier.

Con la ayuda de la luz del sol, aunque suavizada por el cielo todavía nublado, también se pudo apreciar la cantidad de trabajadores del ayuntamiento armados con palas, rastrillos, carretillas, volteos, camionetas, e hidrolavadoras, como haciendo limpieza de la casa, impulsados por el ánimo de dejar las calles lo antes posible como si nada hubiera pasado.

Fueron pocos en realidad los lugares que se salvaron de la tormenta, los asentamientos de las partes altas en el accidentado relieve de una ciudad puesta frente al mar con una montaña a su espalda. Ha sido todo como si Puerto Vallarta fuera una ciudad que se reinventara en cada ocasión que llueve fuerte.

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