Viaje por playas y selvas vírgenes nayaritas

Por Gloria Herrera

Como embrujo entre líneas me fui a recorrer la carretera que corre entre Puerto Vallarta, Jalisco y Las Varas, Nayarit.

Es definitivamente una experiencia única que trae consigo sorpresas muy gratas, que la madre naturaleza tiene para darnos entre estos dos estados. Todo este pasillo trae consigo muy poco desarrollo, arrojando al medio ambiente casi virgen, aún cuando es el paso de muchos y me atrevo a decir de millones de turistas que van a Puerto Vallarta y Nuevo Vallarta; a veces podrán no darse cuenta de la virginidad de los laterales, y de los desarrollos altamente ecológicos.

La magia de los pueblos que están al borde de la carretera y sus expresiones son como encontrarse en el arte de viajar,  es la gente, los colores de la naturaleza, arboles entretejidos que forman el puente por el que uno se “sumerge”, escuchar los sonidos de la hojarasca cuando te deslizas por El Monteón y te integras en la selva estrecha y rústica, encontrando en el camino unos patas cortas corriendo de lado, escapando de la arena, ver volar y tomar el sol a las aves pelirrojas, amarillas, y un sinfín de fauna que esta naturaleza propicia cuando vas hacia la playa Canalán.

Las lluvias y la sombra de las nubes blanquecinas son el momento más romántico, comenzando porque el sol se esconde para besar la suave luna que apenas y se asoma, provocando que la sensualidad de un atardecer se vuelva altamente ruborizante.

El mar azul y su arena suave, la humedad, la quietud de la tarde, la cuenca entre cerros, la puesta de sol se vuelve el paisaje más deseado e inolvidable, muchos dicen que el tiempo se detiene junto con los corazones, esto lo vuelve peligroso, pero emocionantemente indescriptible para el que viaja buscando orgasmos de naturaleza. Sólo dura segundos, fracciones en unos casos.

Se toma de nuevo la carretera 200 Compostela- Puerto Vallarta, saliendo de El Monteón hacia el norte, se encuentran playas muy conocidas y que han ido creciendo a lo largo de 25 años: Los Ayala, Guayabitos, La Peñita de Jaltemba; lugares que vale la pena conocer, parar para comer un pescado zarandeado; disfrutar de un mar seguro, con poca corriente marina, el calor de su gente y las miles de familias que a lo largo de esta bahía se reúnen a disfrutar del mar, de la poca profundidad, de las islas que pueden observarse tan cerca, así como embarcaciones de pesca local, un paisaje para perpetuar. Seguro para Georges Pierre Seurat ha sido una imagen digna para colección de obras.

El sol se ha ido, no sé si huye, se esconde o simplemente le gusta mostrar su lado oscuro, pero es inevitable no descansar, buscando un lugar acogedor  para pasar la noche. Descubrí un hotel campestre, muy sencillo, pero muy cómodo también. No se trata de un complejo lujoso o “grande”, pero sí de un lugar para quien sigue buscando la naturaleza: seguro, impecable y muy acogedor.

Se trata del Hotel El Capomo, ubicado sobre la carretera donde se ingresa justamente al pueblo El Capomo; además de tener vegetación, árboles frutales, caballos sumamente cuidados y limpios; hay un balneario con toboganes que los niños pueden disfrutar sin lugar a duda y que cuenta con área para hacer carne asada o un bonito picnic.

Pude acariciar los caballos, cortar unos lichis y mangos que colgaban de sus árboles para disfrutaros, rojos los lichis, maduros los mangos, ambos dulces y sabrosos. Para quienes buscan curar una herida del cuerpo, o algún dolor, hay árboles de Noni, recomendada para un sinfín de malestares.

Más adelante se encuentra el ingreso a Alta Vista, donde hay petroglifos que vale la pena conocer. A sólo 7 kilómetros de la carretera, así como hacia el lado contrario a 4 km se ubica el campamento tortuguero, rumbo a la Playa El Naranjo, donde en temporada de lluvias se disfruta de la salida de tortugas a desovar; incluso se puede ser voluntario para rescatar estos huevos y ponerlos a salvo.

Asimismo, la playa El Divisadero sobre la carretera a sólo una desviación de 4 km para encontrar la mejor vista hacia el horizonte y toda la costa de la que hemos hablado.

Poco después, continuando por la carretera 200, se encuentra Chacala, a 9 km adentro, un lugar para regresar en el tiempo y sentir la paz y la tranquilidad, que con un ambiente algo hippie, por ser un lugar muy favorito para extranjeros que les gusta viajar y permanecer largas temporadas en lugares paradisiacos.

En Chacala se puede comer desde frutas, pizzas, hot dogs, pescado zarandeado, hasta disfrutar de un atardecer.

El Restaurante Chac Mool Café en realidad es difícil describirlo. Cuando pasas al área de la playa, caminas entre petates, a media luz, como fondo el resplandor del mar, un espejo de la luna en bastantes ocasiones, la mesa espera para una cena romántica y rica a la orilla del mar, casi con los pies tocando la espuma del oleaje, mientras en copas de vino le dices salud a tu compañer@ de viaje.

Y sí. Se acerca el fin, pero tocando las estrellas, y con un gran beso de magia, porque si cierras los ojos podrás escuchar alrededor los sonidos de los caminantes nocturnos que se abrazan, de las fogatas a lo lejos con las risas de juventud, los perros alcanzando  los juegos de sus amos, las sonrisas de los enamorados…si eres persuasivo descubrirás al infinito en la palma de tus manos.

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