Por Sandy Arenas
Las autoridades habían dicho que el huracán “Patricia” impactaría en territorio nacional alrededor de las 6:00 de la tarde del pasado día viernes 23 de octubre, de modo que a eso de las 7:00, cuando la gente de gobierno del estado apostada en Puerto Vallarta vio que la quimera estaba vencida, y que de potencialmente desastrosa salió casi benéfica en el municipio, entonces hubo quienes echaron a volar las campanas delante de los albergados en refugios temporales.
La “buena noticia” causó efectos y hubo quienes en la misma noche del viernes quisieron, y muchos lo lograron, regresar a sus viviendas, sin saber ni imaginar que en realidad el peligro real apenas venía.
Lo que vendría horas después, en la madrugada y mañana del sábado 24 de octubre, me hizo recordar cuando en la madrugada del día 16 o 17 de marzo de este año 2015, sucedió lo mismo: Se abrieron las puertas de alguna presa río arriba, y creció el cauce del río Ameca hasta inundar poblados y parcelas de la sierra, pero del lado Nayarit.
Tanto en marzo como en octubre la población rio abajo se puso en riesgo sin que las autoridades municipales fueran enteradas de manera oportuna para poder evitar, prevenir o paliar desgracias.
En el caso de Puerto Vallarta fue el trabajo de día y noche sostenido por el presidente municipal Arturo Dávalos Peña lo que evitó un desbordamiento sorpresivo del afluente del Ameca sobre las áreas pobladas colindantes, y que vecinos y ayuntamiento hayan hecho equipo para hacer un solo frente exitoso.
Todo apunta que son los errores humanos y no los vientos y lluvias los que determinan beneficios o perjuicios ante un fenómeno como el del huracán “Patricia”. Para fortuna de los habitantes de Puerto Vallarta, éstos cuentan con un alcalde con alto sentido de responsabilidad, que en la adversidad no se puso disputar los créditos de un trabajo que fue común gobiernos-gobernados, sino que mejor se puso a frenar que la euforia por el desvanecimiento del “Patricia” no fuera a terminar en una desgracia con eventos tan sigilosos como la creciente por la madrugada del río Ameca.